Acerca de la actividad física y el cuidado de la salud

Más allá de las consideraciones realizadas acerca de los distintos motivos que llevan a las personas a realizar una actividad física extra, complementaria para su vida cotidiana, creemos necesario circunscribir el enfoque a un tema específico que simplifique y delimite la modalidad de abordaje para todos los públicos. En esta dirección, parece apropiado conciliar a la oferta específica de un servicio de evaluación del RCV con una perspectiva centrada en los aspectos médicos que son, en definitiva, los que van a mediar en la prestación efectiva.

Para una mejor comprensión de los públicos objetivos, vamos a emplear términos comparados y analogías que permitan asimilar las características del nuevo servicio a nociones que les sean familiares y estén vinculadas con la medicina.

El factor común

Hay conductas que son recurrentes en la mayoría de los pacientes cuando tienen acceso a la información clínica por los canales más frecuentes, aunque no cuenten con el conocimiento para comprenderla:

  1. Todas las personas leen los resultados de los estudios médicos (análisis clínicos, informes)
  2. Todas las personas leen los prospectos de los fármacos (en particular la sección de efectos colaterales)

El paciente hipocondríaco, el que tiene trastornos de ansiedad, el psicosomático, y aún el individuo promedio, tenderá a hacer asociaciones libres entre lo que lee, lo que sabe y lo que desconoce, de un modo análogo a lo que quien realiza ejercicios físicos sin supervisión hace en el mismo sentido con sus rutinas, su alimentación, su descanso y su esfuerzo.

Ante esta realidad palmaria, en lugar de adoptar posturas punitivas, la mejor salida parece ser proporcionar a los pacientes toda la información disponible para orientarlos en el conocimiento de conceptos y valores que, en muchas oportunidades, por ignorancia o por impericia, los llevan a asustarse, a equivocarse o a tomar decisiones basadas en fundamentos erróneos.

Las similitudes con la práctica voluntaria de actividad física extraordinaria –es decir, adicional a la basal cotidiana– nos llevan a pensar en la utilidad de las metáforas y analogías como herramientas lingüísticas para describir y comunicar las complejidades del RCV en la ejercitación (o en su ausencia).

Descanso durante una sesión de gimnasia con sobrecarga.
La evaluación del RCVT antes de comenzar o retomar cualquier programa de actividad física, la adecuación del plan a los resultados, y el incremento progresivo en intensidad y duración del ejercicio, disminuyen de un modo determinante la posibilidad de sufrir eventos cardiovasculares, durante o fuera de la práctica.
Idea-fuerza

El medicamento, una metáfora del ejercicio físico

El ejercicio físico como medicamento: salud, medicina y deporte.
La analogía con los medicamentos puede usarse además para promover el uso responsable y controlado de fármacos, evitar la automedicación, y fomentar el control y la supervisión profesional sobre todas las decisiones terapéuticas.

La actividad física periódica y regular, en especial la que hace uso relevante de grandes grupos musculares –como caminar, correr, nadarincrementa la capacidad para ejercitar, la fuerza y la resistencia a partir de la adaptación cardiovascular progresiva y constante.

Estas mejoras suponen un cambio hacia un estadio más equilibrado y saludable, asimilable con un tratamiento curativo que hace que el organismo tienda a un óptimo tácito buscado de modo permanente.

La idea-fuerza que se propone no es igualar a la actividad corporal programada con un fármaco, sino comparar uno y otro ejemplo para destacar las similitudes en los modos de uso, administración, control, supervisión y efectos –deseados y no deseados– con la finalidad de tomar conciencia responsable, paso previo a la comprensión de la necesidad de realizar evaluaciones de riesgo cardiovascular frecuentes como punto de partida.

Recetario médico

El ejercicio físico, tanto por sus finalidades terapéuticas como por las formas en que se lo debe prescribir, dosificar, administrar y controlar, bien puede compararse por analogía con un medicamento:

  • necesita estar precedido por un diagnóstico riguroso
  • debe ser prescripto por un profesional autorizado competente
  • requiere de un plan terapéutico que no puede alterarse sin consultar
  • su administración debe estar orientada de modo razonable a un objetivo
  • hay una determinación de la cantidad, frecuencia y forma de administración (posología) que debe ser hecha por quien lo indica en función al conocimiento del paciente
  • no puede discontinuarse ni volver a tomarse repentinamente sin autorización
  • los componentes y la dosificación óptima dependen del individuo
  • existen alternativas y variantes cuya validez es decidida por quien prescribe
  • la edad del paciente es determinante
  • tiene contraindicaciones
  • requiere del cumplimiento efectivo de la adhesión al tratamiento
  • no es inocuo (si lo es, tal vez no resulte eficaz)
  • se requiere una definición clara de su necesidad
  • el paciente puede presentar intolerancia
  • puede provocar interacciones con otros factores
  • puede generar dependencia y abuso
  • puede causar reacciones adversas
  • tiene antagonistas
  • posee efectos colaterales
  • tiene variaciones en la respuesta a la dosis
  • su eficacia es relativa para cada caso
  • si la respuesta no es la esperada, debe cambiarse o suprimirse
  • el paciente necesita contar con el máximo de información específica, relevante y comprensible
  • las personas tienden a automedicarse si no se las controla


Esta suerte de metáfora o analogía es sumamente válida para la rápida comprensión de los rasgos y características que definen al ejercicio físico, y facilita la comunicación con públicos heterogéneos y dispersos mediante el uso de un lenguaje común familiar.

Estudio ergométrico con control de capacidad aeróbica (VO2máx).
En la evaluación del RCV debe conciliarse la condición clínica real de la persona –que surge de los diferentes estudios y de su integración en el RCVT– con la percepción efectiva que tiene el paciente, su punto de vista y la impresión semiológica, que casi nunca coinciden con lo que indica un diagnóstico frío.

Acción terapéutica

Prescripción: en todos los casos debe evaluarse el beneficio de realizar actividad física en relación con los riesgos; de lo contrario puede ser inefectiva, insegura y hasta dañosa; la prescripción supone unas expectativas de resultados que deben ser factibles y alcanzables; ninguna prescripción es válida sin una exploración pormenorizada del estado del paciente. Al mismo tiempo, la persona debe saber dimensionar el problema de base y los motivos de la asignación de la terapia por medio de una relación de consulta fluida y cordial con el profesional que lo asiste. Lo imprescindible es definir el problema del paciente a partir de su evaluación, especificar objetivos, establecer una estrategia, determinar el tipo de ejercicio dentro de la oferta existente en términos de beneficios/costos/riesgos, comprobar su conveniencia y dar las instrucciones, prevenciones y advertencias necesarias para el cumplimiento de los fines.

Orientación razonada: reconocer el problema –las causas que llevan al paciente a desarrollar una actividad extra– implica definirlo para poder realizar un diagnóstico concreto a partir del cual puedan fijarse objetivos terapéuticos claros, basados en su características específicas, y establecer una estrategia de acción; con frecuencia se requiere de terapias complementarias y de suplementos combinados en un plan, lo que demanda el establecimiento de pautas lo más sencillas que sean posibles y la participación integrada de otras voces autorizadas que den sus puntos de vista.

Cumplimiento efectivo: más allá de la prescripción y la orientación personalizada, los resultados dependen siempre de la correcta adhesión al plan por parte del paciente, que en muchos casos suele ser baja; los motivos son múltiples y diversos (o en ocasiones lo que falta es la motivación para adherir al plan), razón de más para que el plan deba ser supervisado de modo efectivo; a veces ocurre por una mala tolerancia al ejercicio, por efectos adversos evidentes o una organización inadecuada, lo que se conoce como “falta de cumplimiento inteligente”, lo da aún más lugar a la necesidad de control. Como ocurre con los medicamentos, deben preverse algunas tácticas para mejorar la adhesión y aumentar la eficacia de las intervenciones, en las que profesionales y pacientes deben trabajar como un equipo. Una de las más sencillas es involucrar a la pareja o a los miembros más cercanos en el seguimiento de la actividad, para que la persona no se “olvide de tomar la pastilla”.

Variaciones en la respuesta a la dosis: El éxito depende no sólo de la elección correcta del tipo de ejercicio, sino también de la pauta de dosificación correcta en intensidad, duración y frecuencia. Aunque es un concepto muy arraigado, es indispensable entender que no existe la dosis estándar porque no existe el individuo promedio que responda de manera típica; ni siquiera la misma persona responde de manera idéntica en diferentes días, de modo que la actividad debe ser ponderada y ajustada con regularidad. La evolución temporal biológica, las variaciones en el peso, en la capacidad aeróbica instantánea, en el balance endócrino, en el metabolismo y en el estado general de la salud –incluido el descanso ineludible– y hasta las variables ambientales (desde el estado del tiempo, la contaminación, el acondicionamiento del aire, la iluminación y ventilación, la insonorización) influyen en la cinética y alteran la respuesta y la tolerancia al ejercicio, como sucede con los medicamentos.

Interacciones, antagonismos, efectos adversos: El organismo reacciona de maneras diversas a los estímulos y, en ciertas circunstancias, esas repercusiones pueden traducirse en rechazos, rebotes y efectos indeseados de magnitud variable, algunos de los cuales implican RCV por la tendencia hacia la presentación de un evento cardiovascular; lo que en farmacología se conoce como efectos idiosincráticos (reacciones, aparentemente anormales al uso adecuado, de origen genético) es comparable a las respuestas negativas o desproporcionadas del cuerpo a la actividad física que pueden constituir RCV; reacciones adversas al ejercicio provocadas por enfermedades o cuadros subyacentes, como las enunciadas respecto a la tensión arterial, la glucemia o la ateroesclerosis, son semejantes a las medicamentosas. Existe una variedad de factores que predisponen a los efectos colaterales, antagonismos e interacciones, como los extremos de edad, las enfermedades intercurrentes, las incompatibilidades (por ejemplo, ciertas combinaciones de ejercicios inconciliables), las sobreexigencias, los hábitos hostiles, el tipo de alimentación, y los déficits de toda clase.

DXT y ERCVT: ciclista en ejercitación.
Asimilar el desarrollo de una actividad física relativamente programada desde un punto de vista integral con las características propias de la prescripción de un medicamento facilita la toma de conciencia de que el ejercicio requiere de una evaluación previa y constante de los riesgos implícitos, tanto en la práctica como en la falta de práctica.